Ahmed Alhashimi está en la playa, gritando a las olas que van y vienen, golpeándose y arañándose el pecho, entregándose al dolor, la rabia y la culpa, que no desaparecen. «No pude protegerla. Nunca me lo perdonaré. Pero el mar era la única opción que tenía», solloza. ( Seguir leyendo…
)
¿Tú que opinas? Cuéntalo aquí: